La larga noche pasada todos fuimos Daniel El Mochuelo, de camino a la lejana escuela, en El camino. Y esta mañana hemos vuelto a salir al campo para gritar emocionados: “¡Nini, que viene el norte!”, en Las ratas. Velamos a Mario porque no era posible domirse hasta el fin de la lectura, entre la amargura sonriente y la risa helada, en Cinco horas con Mario. Olía a viejo en Mi idolatrado hijo Sisí. Asistimos con rabia a Los santos inocentes y finalmente, estuvimos con Miguel por la tolerancia en El hereje. En memoria.
Ningún comentario:
Publicar un comentario