La poesía que va adentro , Miguel Hernández

    
MIGUEL HERNÁNDEZ fue siempre el poeta que no mencionaron mis profesores. Tal vez por eso, una vez descubierto, llevo su poesía en el bies de mi enagua, como me ha enseñado a decir Juan Manuel Serrat, quien en dos ocasiones le puso música, a su poesía, quiero decir. 
   
Elegía a Ramón Sijé es el llanto por el amigo muerto y es la tierra y la muerte, la rabia por la pérdida, por todas las pérdidas y contrariedades con las que se vuelve del sueño al alba, y queda suspendido el aliento hasta quebrarse en dulce sollozo: “Al almendro de nata te requiero. 

Vientos del pueblo me llevan es para muchas de nosotras el poema-canción, el de los días claros, el que te permite hablar alto -que diría León Felipe-, el de cantar a coro, de salir al balcón y convocar al mundo a la alegría, a la risa, a romper amarras: Vientos del pueblo me llevan, / vientos del pueblo me arrastran, / me esparcen el corazón / y me aventan la garganta”.   

El niño yuntero despertaba mi alma de niña de campo, mordía la rabia de las infancias pobres.  

Aceituneros nos ponía en pie de nuevo. ¡A la calle, a las palabras por la geografía de los hombres y mujeres de oliva!



 MIGUEL era el amor. ¡Qué difícil sentirse amada de otro amante!,  sin esa palabra precisa, delicada, humana, enamorada: Canción del esposo soldado; Carta; Llegó con tres heridas; Eres la noche, esposa:

“Tú eres la noche, esposa./ Yo soy el mediodía.”

Y aquel menudo poema con el que siempre rompíamos la cara de todas las guerras, Tristes guerras, también era un poema de amor:  
 “Tristes guerras / si no es amor la empresa, / tristes, tristes…”

La boca construye el poema sobre la metáfora de labios como ave de alas desplegadas, un amor que es alba, vuelo, libertad, dice la crítica.
    
Un día fuimos madres y cantamos a nuestras hijas, todavía muy pequeñas,  las Nanas de la cebolla. Ellas escuchaban atentas y a nosotras se nos erizaba la piel, nos emocionaban sus caritas y la vocecilla: Mamá, otra vez. Y aprendían: “Alondra de mi casa, 
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas,
soledades me quita,
Cárcel me arranca.” 

 Y una premonición:
“Desperté de ser niño. / Nunca despiertes”,
que intentamos remediar en la adolescencia con otros versos:
“La vida es bella tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor tendrás amigos” 
de José Agustín Goytisolo

Ellas todavía están en la duda y nosotras sabemos que tampoco ahora son buenos tiempos para la lírica, así que cuando arremete la desolación, volvemos a gritar más fuerte:
Pintada, no vacía:
Pintada está mi casa
Del color de las grandes
Pasiones y desgracias. 
Regresará  del llanto
Adonde fue llevada
Con su desierta mesa,
Con su ruinosa cama. 
Florecerán los besos
sobre Las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
Elevará  la sábana
Su intensa enredadera
Nocturna, perfumada. 
El odio se amortigua
Detrás de la ventana, 
Será  la garra suave. 
Dejadme la esperanza. 
    
Un regalo más de MIGUEL HERNÁNDEZ, una ventana al sol.

Año Hernandiano 2010

Fundación cultural Miguel Hernández

Miguel Hernández, multimedia-centenario

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